Rendimiento tecnológico en la migración a cloud

“Migrar a la nube se ha convertido en una estrategia común para ganar agilidad, escalabilidad y eficiencia, pero plantea importantes retos de rendimiento tecnológico.” — Ángel Pineda, CEO de Orizon

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La migración de aplicaciones nucleares al cloud es el camino elegido por muchas empresas para mantener su competitividad en el entorno cambiante que vivimos. Para garantizar que las aplicaciones críticas operen de manera eficiente y rentable en el nuevo entorno, hay que prestar especial atención al rendimiento tecnológico.

Asegurar el rendimiento óptimo de las aplicaciones nucleares en la nube es crucial para evitar interrupciones en la operativa, para asegurar la satisfacción de los clientes externos e internos y también para maximizar el retorno de la inversión en infraestructura y servicios cloud. Algo que, hoy por hoy, no están consiguiendo muchas de las empresas inmersas en este proceso.

De hecho, y según un estudio realizado con la participación de una veintena de empresas de banca, seguros y utilites, las organizaciones con entornos tecnológicos complejos están asumiendo sobrecostes “inesperados” de en torno al 45% de sus presupuestos tecnológicos destinados a la migración a la nube, y ello se debe fundamentalmente a la ausencia de una política real de gestión de su rendimiento tecnológico.

Un análisis más profundo muestra que las causas más comunes de esta desviación y los sobrecostes asociados se encuentran en los costes ocultos de los servicios cloud, incluyendo los derivados de su complejidad, que exige perfiles profesionales muy especializados, escasos en el mercado y, por tanto, con una alta remuneración. La segunda causa más común se encuentra en el procesamiento de picos inesperados, situación especialmente onerosa en las aplicaciones que corren en el mainframe. Y, tercero, se migran componentes que en el cloud tienen un comportamiento dinámico muy malo debido a que nos fueron diseñados para ejecutarse en ese entorno. De hecho, muchos de los componentes que se migran no son necesarios y, de hecho, de acuerdo con nuestra experiencia, entre un 10% y un 25% son componentes obsoletos.

Como consecuencia, la mayoría de las empresas participantes en este estudio reconoce no haber logrado aún los objetivos fijados en sus proyectos de migración cloud e incluso están replanteándose sus estrategias, plazos y objetivos en este entorno. Además, en el caso concreto de las empresas del sector financiero, estos sobrecostes se suman al 15% que sufren históricamente como consecuencia de las ineficiencias del software y la ausencia de políticas para su optimización.

Esta inexistencia de políticas no contribuye a resolver la enorme complejidad que implica la nube, como la califican las empresas, que reconocen llevar a cabo una gestión reactiva del entorno, es decir, cuando aparecen problemas que afectan a la operativa y, por ende, a la cuenta de resultados. Paralelamente, la mayoría de las empresas también reconoce que la nube ha incrementado la complejidad en el desarrollo de nuevas aplicaciones.

En este contexto, y especialmente, cuando en el viaje a la nube se embarcan aplicaciones core como, por ejemplo, el core financiero en el caso de una entidad bancaria, es imprescindible optimizar el rendimiento antes, durante y después de la migración al cloud.

Operaciones críticas, repercusiones significativas

La migración de aplicaciones críticas al cloud implica trasladar sistemas esenciales para la operativa diaria. Estos sistemas gestionan operaciones críticas, desde transacciones financieras hasta la gestión de la cadena de suministro. Por tanto, cualquier degradación en su rendimiento tendrá repercusiones significativas, incluyendo pérdidas financieras, disminución de la satisfacción del cliente y daño a la reputación.

Uno de los principales desafíos en este proceso es garantizar que las aplicaciones migradas funcionen con la misma o mayor eficiencia que en sus entornos originales. La falta de planificación y de herramientas adecuadas para la mejora continua del rendimiento puede conducir a problemas como latencias inesperadas, tiempos de respuesta prolongados y, en consecuencia, los mencionados sobrecostes en infraestructura, debido a un uso ineficiente de los recursos cloud.

El éxito de los proyectos de migración al cloud depende directamente de la capacidad de la organización para asegurar niveles máximos de disponibilidad, rendimiento y eficiencia. Son las tres armas que proporcionamos a nuestros clientes a través de la plataforma BOA (Boost & Optimize Applications) y de la Oficina Técnica del Rendimiento (OTR), que aportan una serie de beneficios directos:

1. Reducción de costes: Al optimizar el rendimiento del software, se minimiza el uso de recursos en la nube, lo que se traduce en la reducción de los costes operativos.

2. Mejora de la eficiencia operativa: Un software optimizado asegura que los procesos críticos se ejecuten sin retrasos ni interrupciones, permitiendo a las empresas responder con mayor agilidad a las demandas del mercado.

3. Monitorización y acción inteligente en tiempo real: BOA vigila de forma constante del comportamiento del software, detecta y resuelve problemas antes de que afecten a los usuarios finales.

4. Ahorro en infraestructura: Al mejorar la eficiencia del software, se reduce la necesidad de invertir en infraestructuras costosas para soportar picos de demanda inesperados.

5. Mejora de la experiencia del cliente: Un rendimiento óptimo se traduce en tiempos de respuesta más rápidos y eleva la satisfacción y fidelidad de los clientes.

Una visión global del rendimiento TI

Tras el logro parcial de los objetivos de las empresas en su tránsito a la nube, también se encuentra la tendencia a replicar en cloud la organización ineficiente que históricamente lastra a las organizaciones TI. A saber, su división en dos grandes funciones: por un lado, Infraestructura y Operación; y, por otro, Desarrollo.

En este tipo de organización, la nube y el outsourcing, respectivamente, son los caminos que suelen toman las empresas para reducir costes. Pero en demasiadas ocasiones, lo que consiguen es lo contrario ya que no resuelven el problema de fondo, una estructura escindida que impide tener una visión global del rendimiento TI.

Ambas funciones justifican su labor e incluso son capaces de optimizar. En el primer ámbito gracias a la propia innovación tecnológica –más capacidad de proceso a menor coste- y, teóricamente, gracias también a la adopción de cloud. En el segundo, a golpe de outsourcing, deslocalización y, en los últimos tiempos, concentración de proveedores. Pero el problema sigue irresuelto y seguirá así mientras no se conecten los dos entornos y se ataque la principal causa raíz que lastra su rendimiento, la baja calidad del software.

La buena noticia es que hay empresas que ya han emprendido ese camino de conexión y, en algunos casos, al mismo tiempo que progresan en su camino a la nube. Como guías y acompañantes en este tránsito, nos apoyamos en la plataforma BOA y en una metodología, DevPerOps, que infiltra en las empresas la cultura del rendimiento.

Estas empresas han cogido el toro por los dos cuernos y, con el liderazgo de una nueva figura con apelativos como IT for IT Projects manager o Head of Special Projects, entre otros, miden el rendimiento bajo parámetros verdaderamente claves para el negocio,

más allá del coste que, por sí solo, no mide nada, y de la monitorización reactiva, cuya inútil función es avisar cuando los “accidentes” ya se han producido.

En Orizon denominamos al cargo que desempeña esta nueva función Chief Performance Orizon (CPO), un hacedor y guardián del rendimiento capaz de correlacionar variables financieras (ingresos) y operativas del negocio (número de clientes, transacciones…) y de manejar KPIs representativos del rendimiento de la función de TI: costes y tiempos de respuesta, y también disponibilidad y cumplimiento de los Acuerdos de Nivel de Servicio (ANS).

En el entorno actual de cloudificación, el CPO es una figura capital ante los CEOs, los CFOs y las Comisiones de Tecnología de los Consejos de Administración. Su labor es continua como lo es la mejora del rendimiento, y su visión y capacidad de actuación debe abarcar lo ya existente -la conocida deuda técnica-, así como el nuevo software; además, de gestionar el cambio porque, como sucede en cualquier transformación, encontrará resistencia.

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